martes, 3 de enero de 2012

Mi mejor amiga se casa


Petra es mi mejor amiga. El cuento conmigo y Petra es, básicamente, que somos como gemelas. Nos conocimos hace muuuuchos años, ella venia del interior y no conocía a demasiada gente de la capital (ojo yo tampoco soy de la capital, pero conocía a mas gente de aquí)  y como yo toda mi vida he sido super amiguera y compinche, Petrica me vino como anillo al dedo. Ella es una de esas personas que es suuper penosa, tiene un talento artístico increíble, baila como loca, todo lo que piensa lo dice, y además cantado, y se levanta a cuanto camionetero se le cruce, aprecia mas a los perros que a la gente, tiene discos de reguetón en su carro, una debilidad anormal por los dulces y una teja suelta, y además de todo es leo. So it´s a match made in heaven.

Ella es la clase de mujer que se levanta a los tipos porque se convierte en una mas del grupo. Es la típica jevita que todas las novias odian porque es tan pana, que todos los tipos quedan enganchados con ella. Puede fácilmente irse de compras, hacerse mani/pedi, ir a comprar flores y despues hablar de carros, comer doble ración o caerse a birras en El Tropezón sin ningún tipo de complejo. Ella es especialista en  chistes malos eso si, pero extrañamente, es parte de su encanto. Petra es menor que yo, le llevo exactamente 1 año y 20 dias, y gracias a mi complejo de mamá gallina, desde que la conocí la adopté como si fuera mi hija. Paradójicamente, ella me dice hija y yo en algunas ocasiones le digo madre a ella, pero es es por una razón que no importa demasiado. Lo cierto del caso es, que como es menor que yo, siempre me he tomado la responsabilidad de cuidarla, regañarla, supervisarle los novios, corregirla y obviamente llevarle la contraria en todo lo que hace. Petra se ha calado todos y cada uno de mis guayabos, incluidos los de novios que tuve antes de conocerla a ella, y viceversa. A ella el gustaba uno, yo lo criticaba, a mi me gustaba uno, ella lo criticaba.. y asi… como dos amigas típicas pues. Nos ibamos de rumba, al cine, a comprar zapatos, a desbaratar vitrinas etc. Insisto, típicas amigas.  Un dia cualqueira de verano, llegó un novio a su vida, y bueno, fino. Su relación fue avanzando y yo fui bajando la guardia con el fulano. Nos fuimos haciendo amigos. Como toda relación, tuvieron sus altos y sus bajos, y con cada bajo, cual mamágallina que soy, yo odiaba al tipo.  Al final de cuentas, Miguelito (el tipo en cuestión) pasó la prueba y se volvió amigo. Alto pana. Miguel y Petra, Petra y Miguel. Todo marchaba de viento en popa.

El dia 29 de diciembre de 2011 Miguelito ofreció una cena de navidad para los amigos en su casa, y se le ocurrió la brillante idea de proponerle matrimonio a Petra.  Mi amiga. Mi niña se va a casar. Obviamente me alegré como loca al enterarme, grité, lloré como idiota, la felicité, intercambiamos impresiones del anillo, de la propuesta, de sus nervios etc. Por razones que no vienen al caso yo no pude estar presente, y aunque me sentí un poco decepcionada de no haber compartido ese momento con ellos, la alegría me desbordaba. Mi Petra comprometida! Sin embargo, había dentro de mi algo, un sentimiento raro, que al momento no pude describir. Era como una incertidumbre, una preocupación, aún no se como definirlo. Pero era rarísimo. El dia 2 de enero, entro a una librería y veo “Glamour para novias” y como loca lo compré sin pensarlo. Queria ser la primera que le regalara a Petra algo relacionado con la preparación del magno evento. Y en ese justo instante sentó unas ganas incontrolables de verla, así que cuadramos para encontrarnos, y así lo hicimos. Obviamente, Miguelito estaba incluido en el encuentro, y volvió ese sentimiento raro que mencioné antes. Nos vimos, feliz año, felicitaciones, para ver el anillo, ay que felicidad, para ver el anillo, ay chica no lo puedo creer etc… todo lo que se supone que una le dice a su amiga cuando la ve por primera vez desde que se comprometió en matrimonio. Al momento de abrazar a Miguelito, pasó lo siguiente: feliz año, como estas, “ay te odio vale te llevas a mi muchacha” . Ahí está! El sentimiento raro, era eso. Habia una parte de mi que sentía que Miguelito se estaba “llevando a mi muchacha”. Es decir, Petra es mi mejor amiga de la vida, pero de ahí a sentir eso? Nah… o al menos eso creía yo. Pero si, a medida que conversábamos, y ambos me contaban como se sentían, y los planes, la pedida de mano, los nervios y eso… yo no hacia sino preguntarle cosas a Miguelito tipo mamá: “y ya pediste la mano formalmente a papá Petro?” “y que planes tienes después de casados?” y cosas por el estilo. Era oficial, estaba celosa porque me robarían a mi mejor amiga y no tenia pena en demostrarlo. Incluso creo que en algún momento me senté entre ellos, asi tipo tia chaperona.

Todo esto, para terminar conversando de todos los planes que tienen, y como madre complacida, aprobando a Miguelito. El muchacho is going all the way. Y yo no podría estar mas orgullosa, porque hay que verle la cara de felicidad a la Petra. Se le ponen esos ojos brillanticos cuando lo ve, y cuando habla del matrimonio. No de la boda, del matrimonio. Así deben sentirse las madres en verdad, cuando saben que sus hijas se casarán, en este caso la hermana/amiga/hija/compinche es la que se casa, y yo no podría estar mas feliz. Se les nota el amor solamente con verse. El sentimiento sigue ahí Miguel, quiero que lo sepas. Solo que en vez de pensar “este tipo me está robando a mi mejor amiga” pienso “mi mejor amiga se va a casar con el amor de su vida”. Así que mas te vale hacerla feliz, porque si no, te las vas a tener que ver conmigo.

Ahora queda lidiar con la Bridezilla en que Petra se va a convertir, las dietas interminables y por supuesto la preocupación “mi mejor amiga se va a casar y yo sigo soltera a pocos años de los 30”, pero eso es tema para otro post.